El día de la boda todo ocurre muy rápido, han sido meses de planificación y cada momento se sucede de manera fugaz. Aquí es donde el fotógrafo de boda se emplea a fondo para no perder ninguno de esos momentos. Es un día intenso, muchas horas por delante, y tener el equipo listo es fundamental.
Desde el punto de partida, la casa del novio o la novia, y sus familiares y amigos mas allegados. Son momentos previos donde ya emergen emociones de unos y otros. Regalos, detalles, palabras de cariño e ilusión. Fotos que recogen instantes inolvidables, muchos nervios, contando los minutos previos al momento del sí quiero.
De repente se aproxima la hora, hay un estado de nervios constante, las prisas, los imprevistos de última hora. Siempre puede haber imágenes curiosas y el fotógrafo debe estar ahí en todo momento.
Entonces llegan todos al evento, algunos con la camisa aun planchada, y otras aguantando sin problema con los tacones. Todo eso dejará de ser así más tarde, porque en el momento de la ceremonia todos están expectantes a la llegada de los novios. Suena la música, hay niños revoltosos, muchas flores bonitas, y mas gente nerviosa.
Ocurre todo rápido, el fotógrafo debe tener ojos en todas partes, hay amigos y familiares muy importantes. La pareja luego tendrá tantos recuerdos en imágenes de todo lo que no pudo ver, que será una grata sorpresa para ellos. Aquí reside el valor de un fotógrafo de boda con la capacidad resolutiva de adaptarse a cada circunstancia de la boda y no perder detalle de los acontecimientos.